sábado, 2 de febrero de 2013

Las sombras de Grey

Les comentaba a mis amigos este verano entre risas, las que me eché yo cuando leí la entrevista que le hizo Karmentxu Marín a La de las sombras de Grey. "Ni el látigo, ni el cuero. A mí lo que me va es el velcro". La periodista, con su lengua afilada, le preguntaba por sus derroteros  y anhelos sexuales.  E. L. James la iba toreando como buenamente podía, hasta que, touché, la otra le clavó la espada en la espalda, preguntándole si sabía quién es Mariano Rajoy. La diosa de las letras eróticas, la número 1 en ventas en TODO el mundo, tan ancha y tan larga, le contestó que NO. ¿Se siente como la prima pequeña del marqués de Sade?, continuaba metiendo el dedo en el ojo  la periodista como si total,  pa´ lo que hay que conocer…
Pablo Álvarez, editor de Suma de Letras, llegó al Máster de Edición a hablar de best sellers. Desde hace cuatro o cinco años, cada vez que escucho el término, noto un sarpullido en la piel, y que el cerebro me tiembla y me pide a gritos que, ni se me ocurra. Y mira que yo soy de las que me inicié leyendo a Potter. Pero,  pasé de los Da Vinci, de la Chica y la cerilla, de la Catedral del Mar, de Reverte (POR SUPUESTO). Pablo Álvarez con la ironía socrática y la mayéutica, me hizo darme cuenta que los best seller no son sinónimo de nula calidad. A veces, el mainstream lleva al cenit obras y autores interesantes, Almudena Grandes o El nombre de la rosa por ejemplo. Me percaté de que no sabía NADA de las lecturas-sarpullido. Cómo son los mecanismos de enganche, las etapas del viaje del héroe, el lenguaje, la estructura narrativa…  En realidad, los libros que se inflan a vender, son los que mantienen a flote al sector editorial, y, estos, necesitan por lo menos un gran pelotazo para permitirse publicar libros que, para mí, serían más interesantes. Para ganar el partido se precisa marcar. Y Grey estaba metiendo una paliza a los demás equipos. Es por eso, que me puse a entrenar. Y ahora sí que sí, desde el conocimiento, enzarzo la crítica.
 
 
 
Las sombras de Grey o:
1.       La puta y el pijo
Estructura simple, muy dialogado, poco descriptivo (incluso las escenas de sexo), en cada capítulo muchas escenas. Escenas cortas o muy cortas. Vocabulario sencillo, cero tecnicismos, ni cultismos, ni palabros que precisen consultar en un diccionario. Lectura rápida y ligera, perfecta para el metro. No precisa gran concentración en el texto. Pocos personajes, los que hay muy definidos desde el principio. Él y ella. No hay mucha acción, a parte de escenas de penetración, y sobradas de pijo burgués. Redactado en primera persona, es la chica quien cuenta la historia, aunque hay páginas enteras de cruce de emails entre ellos dos. El mundo narrativo no tiene mucha ciencia: todo es el culto al GRAN LUJO. Hoteles, casas, coches, restaurantes, avión particular, eso sí que se describe. El marco de acción se desarrolla en el ambiente de Grey. Ella es una humilde de clase media, no tiene glamour, así que  las escenas acontecen en los terrenos y territorios de él.  No hay historias simultáneas, es él y ella. Y si se cuenta algo más de la vida de la chica, como por ejemplo que un amigo está enamorado de ella, es para desatar los nervios y celos de Grey. Grey es el rey, el personaje nuclear. No hay subtramas, y la trama se cuenta en dos líneas.
Lo más gracioso, cito textualmente de los pensamientos de la chica, y que sirva de ejemplo de la calidad de los símiles: “siento que mis mejillas vuelven a teñirse de rojo como la portada del Manifiesto Comunista” (pág 40). Y Marx vomitó en la tumba.
 
Las sombras de Grey o:
2.       Cómo maquillar maltrato psicológico a una mujer.
 

El sexo en esta historia es irrelevante. Los látigos, los martillazos al clítoris e, incluso, los cachetes pasados de fuerza que él le proporciona para SATISFACERSE ( Y qué más da si a ella no le gusta, te grita el libro)es nada. No hay porqué preocuparse.  El sexo ha sido el gran reclamo, la frase de marketing,  el primer argumento para recomendarlo. Y para mí, ha sido una colosal decepción.  No tiene sabor. Es soso, frío y  no conmueve. El sexo es MALISIMO. Está muy poco narrado, fatal descrito y los escarceos de arrime no son originales. Con lo que, dudo que sean fantasía de muchas (o yo tengo mucha imaginación) Ejemplo: Ella se levanta, se pone la camisa de él (esto nunca lo ha hecho nadie en el mundo de la ficción) y él se la endilga en su escritorio.
El sexo sin sado es apodado “vainilla”. Vainilla despectivamente  catalogado por Grey. Hay que pensar que ella es virgen y lo que le mola a él es el sado, a ella los besos, las caricias, los mimos... es vainilla lo que la mujer quiere.  Es triste, insustancial, malaje. Pero él, en un acto de altruismo, y en honor a que supuestamente se está enamorando de Anastasia, cede para hacer el amor sin hacerle un dolor excesivo, pero solo a veces. Y ella, como buena gilipollas, se lo agradece. Y como Grey es un forrado, la tontaina debe pensar que es un dildo de oro lo que tiene el pijo entre las piernas.
Por cierto, hay una soberbia  brutal de las clases pudientes. Ella tiene una compañera de piso, con dinero, que ha ido a escuelas privadas. Es por eso, justifica ella, que su amiga esté tan segura de sí misma. El colegio privado y los euros lo hacen todo. A parte de machista, el libro es clasista, bravo.

 
 Las sombras de Grey o:
 
3.       La clase media es una mierda
Me preocupa. Si esta es la sociedad de Grey, estamos jodidas. Estamos, nosotras, que somos las lectoras, condenándonos a cocina y callar. De hecho, es la mayor oda a “ver  y callar”. Con este libro se borra todo lo que se había avanzado en la lucha por la igualdad. Por lo menos, en el ideario colectivo. Por lo menos, en el sentir femenino. Y si algo queda claro, que si este libro gusta, es que las más machistas somos nosotras. Hay mujeres que ensucian el nombre de “mujer”.  
Anastasia Steele, la protagonista, es una puta de lujo, que por los lujos se hace puta. Se esclaviza y se “entrega” a Grey, por un enamoramiento basado en: que guapo es, cuanto dinero tiene. Ahora, si Grey es buena o mala persona, qué importa. Si el tío es un maníaco compulsivo del control y de conocer qué hace y con quién está ella, qué importa.  Caga billetes y eso, los pezones se los pone tiesos.
Él le propone a ella firmar un contrato para seguir viéndose. Una relación con unas bases selladas. A parte de la confidencialidad, porque él es un VIP, los puntos a firmar consisten en reglas como: 1. La comida que ella ingiere. Cantidad de banquetes al día. Obligatorio fruta. 2. Ejercicio físico forzoso, tres veces por semana. Impartido por un entrenador personal que le pone el simpático novio. 3. La ropa y complementos que lleve puestos ella, siempre, tienen que ser comprados y supervisados por él. Además, le regala un ordenador y un móvil para tenerte las 24 horas controlada. La dictadura del cipote millonario. La falocracia. Me vigila porque me ama. Tiene celos porque me quiere. Me regaña porque le intereso. STOP.
La mujer queda relegada a la condición de muñeca hinchable, o florero acompañante sin boca en los eventos cools. La mujer es invisible, inexistente. La chica solo tiene que chupársela y no darle problemas. La ropa, la comida, lo que hace y lo que no, no es cuestión de un dominante sexual, sino, de un hombre que piensa que las mujeres no somos capaces de andar solas. Que hemos nacido para que ellos se adueñen de nosotras y nos conquisten con anillos de oro. Que la independencia solo nace en los cojones. Y que nosotras, tenemos que adulárselos y tumbarnos cuando ellos precisen.
Señores, esto es un peligro.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario