Me dijeron el otro día que en
Francia las editoriales no gastan muchos colores en las portadas. Austeras, sin
diseño, letras de palo, nombre y título, y para de contar. Entonces, me imaginé
buscando en la biblio de mi cuarto un ejemplar de cuyo nombre no me acuerdo,
pero sí recuerdo vagamente los monigotes de la portada. De repente, estaba en
una habitación oh là là, y absolutamente fuera de juego me quedaba porque el
blanco roto de la encuadernación de Déu i dels collons, hace que la misión se
convierta en un enredo detectivesco y minucioso de uno por uno (güan for güan)
repaso de título. Caza y captura en la que tendríamos que destinar a piñón de
empeño. Y el tiempo es como tener 14 pagas, muy valioso.
Hace poco hicimos un Club de
Lectura Nivel I y elegimos
por democracia capitalista, es decir, el de mayor poderío, osea yo, Los viajes de Gullivert de Jonathan
Swift. Era la primera vez que lo leía, y añadir, que he vivido muy ricamente (no
hablo precisamente de pasta, guita, parné) y con la conciencia muy descansada
por haber abordado Liliput & company en esta tardía edad. Bueni, que cada
uno del club alquiló o compró el referido libro.
Muchas gracias a los ilustradores que hacen cosas elegantes.
Mi edición era una delicia de
hace unos cuarenta años, adquirida en la Cuesta de Moyano por un precio módico
asequible para los tiempos de sprint en números finales de mes. El libro tiene muchas manchas, chorretones (antiguos propietarios que comen mientras leen?) y
unas ilustraciones a toda página bellísimas. Prácticamente a cada dos páginas
un dibujito te caía. La edición de mi
Negro era una basura. Era propia de un trabajo de universidad o bachillerato si la persona es de high nivel intelectualoide, para un copiar y disimular de los tres millones
de pie de páginas que arropaban la historia. Los pies ocupaban en un tamaño
menor, el doble que los episodios. Los pies eran super BIGFOOT. Una pesadilla sin poder amanecer. Yo me
guarecía en imágenes de Gullivert, mientras él se enteraba del simbolismo de la
historia, la representación de los personajes, del contexto histórico, el desarrollo
cultural, ético y social de los tiempos. blablabla. Una infoxicación de cojones.
Los descomunales pies de página de la edición del Negro.
Todo esto es una oda a los
ilustradores, y en especial a dos:
El cuento del carpintero
1.Iban Barrentxea, que por cierto
el Gremio de Libreros (CEGAL) le ha dado el Premio Kirico (100 libres del país eligen
el mejor libro infantil) por El cuento del carpintero de A Buen Paso. Sigo pensando
que en su pueblo deberían ponerle un calle a su nombre.
El Manifiesto Comunista
2. Fernando Vicente se ha hecho
celebrity por vender a chorros en la Feria del Libro de Madrid el Manifiesto Comunista de La Nordica Libros. En todos los hogares españoles hay por lo
menos dos ejemplares del libro de Marx, pero lo que ha hecho que la gente se
anime a tener el tercero o el cuarto son unas imágenes ultra guapas.
y los dibujos, son y serán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario